Como siempre ocurre con Vladimir Putin, todo depende del tiempo.
Iniciar una conversación telefónica con Donald Trump en vísperas de la visita de Volodymyr Zelenskyi a la Casa Blanca no fue casualidad.
El Kremlin es muy consciente del aparente cambio en las simpatías del presidente estadounidense hacia Ucrania y teme que mañana esto pueda llevar a que Kiev obtenga permiso para utilizar misiles estadounidenses Tomahawk.
Fue un claro intento de desviar lo que Moscú considera una escalada peligrosa y hacer que Donald Trump volviera a la forma de pensar rusa.
Según el relato de la conversación que hace la Casa Blanca, Vladimir Putin parece haber tenido cierto éxito.
En lugar de amenazas y azotes, la retórica de Trump hacia Rusia es una vez más cálida y confusa.
Calificó la llamada como “muy productiva”, dijo que los líderes habían logrado “progresos significativos” y, lo que es más importante, nos dijo que habría otra cumbre.
¿Pero esto realmente cuenta como progreso? Después de la aparente falta de progreso que siguió a Alaska, espero que Ucrania y sus aliados europeos se pregunten si Budapest será diferente.
Existe la posibilidad de que Trump aún pueda darle a Zelensky lo que quiere en términos de potencia de fuego en su reunión del viernes, pero lo dudo. Si lo hace, Putin se verá obligado a responder y Budapest quedará arruinada.
La convocatoria y su resultado siguen un esquema similar.
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Así como Trump parece dispuesto a respaldar a Ucrania y presionar a Rusia de manera más que verbal, Putin de alguna manera logra persuadirlo y ganar más tiempo, a pesar de no mostrar señales de compromiso o concesiones concretas.
En marzo se exigió una tregua de 30 días, a lo que Putin respondió ofreciendo un alto el fuego en caso de ataques únicamente a la infraestructura energética.
En mayo, Trump volvió a intentarlo, pero esta vez con la amenaza de unirse a Europa e imponer sanciones masivas. La respuesta de Putin son negociaciones directas con Ucrania.
Y no olvidemos el plazo de 50 días y luego de 12 días que Trump dio en el verano para que Rusia pusiera fin a la guerra o enfrentara la furia económica. Este fue el impulso para la cumbre en Alaska.
Parece que la historia se repite.
¿Cómo lo hace Putin? Su táctica parece ser siempre la misma: ofrecerle a Trump lo que puede presentar como un gran avance y entregarlo con azotes y halagos.
En ese caso, felicitó a Trump por su “gran logro” en el alto el fuego en Gaza; agradeció a la Primera Dama su intervención en el caso de los niños desaparecidos en Ucrania; y aceptó (o tal vez sugirió) otra sesión de fotos cara a cara.
Si sucede Budapest, Trump obtendrá lo que quiere: un momento televisivo que será la última ilustración de su presidencia pacificadora.
Pero quizás el premio mayor sea para Putin, quien será admitido en territorio de la UE por primera vez desde el inicio de la guerra, a pesar de las sanciones europeas en curso contra Rusia.
Ya puedes ver su sonrisa.



