Durante cinco años, Halima* trabajó en Afganistán en la Fuerza Aérea Alemana en el sector de seguridad. Ahora teme por su vida.
Durante su empleo en la unidad de aviación de la Bundeswehr, se recogieron y almacenaron sus datos personales y su biometría facial. En 2012, problemas de salud la obligaron a dejar el cargo. Luego regresaron los talibanes y con ellos el terror.
Debido a su trabajo anterior con el gobierno alemán, se convirtió en blanco de militantes islamistas de línea dura.
Contrataciones locales olvidadas
En 2013, el gobierno alemán prometió a Halima su apoyo. El Ministerio de Asuntos Exteriores le dio una dirección de correo electrónico, con la que intentó contactar varias veces desde la retirada de las tropas, sin éxito.
Para Halima, que ahora tiene 63 años, el silencio fue devastador: a pesar de años de servicio, no recibió ayuda de Alemania. En cambio, vive temiendo constantemente por su vida y se siente abandonada, impotente.
En los últimos años, el gobierno alemán ha permitido que más de 33.000 afganos especialmente vulnerables entren en Alemania a través de diversos programas de acogida, según el Ministerio de Asuntos Exteriores. Además, el proveedor de servicios gubernamentales mantiene contacto con todas las personas afectadas en Afganistán.
“Se proporciona alojamiento, comida y atención médica necesaria según sea necesario y solicitado. El proveedor de servicios del gobierno hace todo lo posible para garantizar la seguridad de los afectados”, dice el comunicado.
No está claro si los empleados locales que dejaron de trabajar para el gobierno antes de 2021 están incluidos en el programa.
Halima todavía se siente a la vez conmocionada e indignada. Su trabajo en la Fuerza Aérea combinado con su género la convirtió en un objetivo para los talibanes. No puede salir del país sin ningún apoyo externo, ya que a las mujeres no se les permite salir ni viajar sin un marido.
“No veo ninguna esperanza de vida, especialmente para las mujeres. Estamos completamente aislados”, dijo Halima a Euronews. Durante años creyó en un Afganistán justo y luchó por ello; ahora lo está pagando con su seguridad.
La vida de sus hijas también dio un vuelco tras la retirada de las tropas estadounidenses. Amira (45), Mariam (43) y Yasmin (28)* tienen títulos universitarios; en cualquier otra circunstancia, el mundo estaría abierto para ellas. Pero bajo el gobierno de los talibanes, no pueden continuar su carrera. Libertad es una palabra que ya no se aplica a ellos tampoco.
“Una de mis hijas ocupaba un buen puesto en el Tribunal de Apelación, otra trabajaba en el Ministerio de Finanzas y la tercera acababa de graduarse en ingeniería”, explicó Halima.
Debido a su trabajo anterior, Amira y Mariam están bajo la vigilancia de los talibanes. Cada vez que salen de casa, los amenazan con registrar los teléfonos de los combatientes.
Ahora las vidas de cuatro mujeres están completamente confinadas en su hogar, atrapadas entre sus propias cuatro paredes.
A finales de 2024, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó que las mujeres afganas corrían riesgo de persecución únicamente por su género y, por tanto, tenían derecho a protección.
Las mujeres afganas no necesitan demostrar motivos adicionales para huir.
Mujeres como Halima y sus hijas merecen protección. Sin embargo, para acceder a él necesitarían viajar a Alemania, lo que no es posible bajo el régimen talibán.
Aislamiento, violencia y falta de futuro
Desde que los talibanes islamistas radicales, que también se autodenominan Emirato Islámico de Afganistán, tomaron el poder en agosto de 2021, las mujeres y niñas en Afganistán han sido excluidas sistemáticamente de casi todas las esferas de la vida pública.
A las niñas no se les permite asistir a la escuela más allá del sexto grado y están excluidas de las universidades y de cursos como medicina y partería. Sólo un pequeño número tiene acceso a la educación a través de programas informales o en línea.
Los lugares públicos como parques o clubes deportivos están reservados a los hombres. Las mujeres sólo pueden salir de casa acompañadas de un familiar varón, incluso si necesitan atención médica. Al mismo tiempo, sólo las trabajadoras médicas les permiten recibir tratamiento. Pero como son tan pocas las mujeres que siguen trabajando, muchos pacientes quedan sin atención.
El estrés mental del aislamiento, el miedo y la falta de perspectivas ha desencadenado una grave crisis de salud mental entre las mujeres afganas. Desde que los talibanes regresaron al poder en agosto de 2021, los suicidios y los intentos de suicidio, especialmente entre los jóvenes, habrían aumentado drásticamente.
Sin embargo, los talibanes no facilitan datos oficiales. Los informes de los medios, incluido el periódico de investigación del exilio afgano Etilaat Roz, han documentado al menos 213 suicidios entre abril de 2022 y abril de 2023.
Al año siguiente, el Ministerio del Interior controlado por los talibanes informó de 360 casos, lo que indica un nuevo aumento. Euronews no pudo verificar estas cifras de forma independiente.
Además, hay informes de un aumento en el número de asesinatos de mujeres.
A finales de 2024, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó que las mujeres en Afganistán eran perseguidas únicamente por su género y, por tanto, tenían derecho a protección. Por tanto, las mujeres afganas no están obligadas a presentar ningún motivo adicional para solicitar asilo.
*Los nombres de las mujeres afganas mencionadas en el artículo han sido cambiados por razones de seguridad.


