Peter Zalmaev, director de la Iniciativa Democrática Euroasiática, califica la decisión de Estados Unidos de potencialmente proporcionar a Ucrania misiles Tomahawk como una “escalada” largamente esperada, que claramente puso nervioso a Vladimir Putin, incluso si no cambia significativamente el campo de batalla. Aunque el simbolismo y la influencia estratégica de tales armas son significativos: podrían permitir a Ucrania librar una guerra asimétrica, dirigida a la producción de petróleo y las instalaciones de refinación rusas, profundizando sus tensiones económicas. Durante todo este tiempo, Putin espera tiempo y “recibe una recompensa injusta” de Trump con una reunión en una capital europea muy simbólica: Budapest, donde, “por una cruel ironía del destino”, en 1994 Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia garantizaron la seguridad de Ucrania a cambio del desarme nuclear.
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